Había una vez un travieso y burlón diablillo que construyó un curioso espejo: cuando se miraban en él las personas hermosas, se convertían en desagradables y horrorosas. Cuando se miraban los malos y feos, se aumentaban sus defectos hasta convertirlos en monstruos de caras y cuerpos retorcidos. Hasta los paisajes más hermosos parecían acelgas hervidas.
El diablillo se partía de risa por tan ingenioso invento y se lo ense?ó a muchos de sus colegas. Recorrieron el mundo entero con el espejo, dando sustos y disgustos a la gente. Pero se cansaron de este juego (porque los diablos se cansan muy pronto de todo) y decidieron subir al cielo para reírse de los ángeles.
Cargaron con el espejo a sus espaldas, subieron de nube en nube, pero en un descuido, el espejo se les resbaló, cayó a la tierra y se hizo a?icos. Los trocitos de espejo fueron a parar a lugares insospechados: se incrustaban en los ojos de la gente y les hacían ver la vida llena de fealdades y horror. También entraron en los corazones, y esto era lo peor, porque ya no podían amar a nadie. Los diablos rieron y rieron hasta que...